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martes, 28 de enero de 2014

Cosas difíciles que nadie hará por ti

Lo sabemos, es fácil y cómodo evitar el esfuerzo y rehuir de la responsabilidad, pero si quieres ser exitoso tendrás que poner mucho de tu parte. Dan Waldschmidt te ofrece algunos consejos.

 

El camino al éxito es sinuoso, largo y en buena parte es cuesta arriba. Dan Waldschmidt conoce una cosa o dos de caminos. Es un empresario estadounidense que a los 25 años recibió su primer nombramiento como CEO y actualmente es un corredor empedernido.

Waldschmidt es un estratega de negocios, a través de su compañía Waldschmidt Partners International ofrece asesoría y dicta conferencias. Su libro Everything you think about success is wrong ya está a la venta y en él perfila las historias de “más de 100 personas ordinarias que se volvieron extraordinarias”.

En su blog oficial ha ofrecido extractos de su libro, entre los cuales se encuentran frases inspiradoras que no carecen de contundencia y validez.

De su blog, les ofrecemos su post ‘Tienes que hacer las cosas difíciles’, con el permiso del autor:

Tienes que hacer la llamada que tienes miedo de hacer.

Tiene que levantarte más temprano de lo que quieres levantarte.

Tiene que dar más de lo que obtienes a cambio de inmediato.

Tiene que preocuparte más por los demás de lo que ellos se preocupan por ti.

Tienes que luchar cuando estás herido, sangrado y adolorido.

Tienes que ir a lo inseguro cuando juegas si lo seguro parece más inteligente.

Tienes que liderar cuando nadie te sigue todavía.

Tienes que invertir en ti mismo a pesar de que nadie más lo haga.

Tienes que lucir como un tonto mientras estás buscando las respuestas que no tienes.

Tienes que trabajar en los detalles cuando es más fácil encogerse de hombros.

Tienes que entregar resultados cuando ofrecer una excusa es una opción.

Tienes que buscar tus propias explicaciones, incluso cuando te dicen que debes aceptar los “hechos”.

Tienes que cometer errores y quedar como un idiota.

Tienes que intentar y fallar y volver a intentarlo.

Tienes que correr más rápido a pesar de que te hayas quedado sin aliento.

Tienes que ser amable con la gente que ha sido cruel contigo.

Tienes que cumplir con los plazos de entrega irrazonables y ofrecer resultados sin igual.

Tienes que ser responsable de tus acciones, incluso cuando las cosas van mal.

Tienes que seguir moviéndote hacia donde quieres estar, sin importar lo que esté delante de ti.

Tienes que hacer las cosas difíciles. Las cosas que nadie más está haciendo. Las cosas que te asustan. Las cosas que hacen que te preguntes cuánto tiempo más podrás aguantar.

Ésas son las cosas que te definen. Ésas son las cosas que hacen la diferencia entre vivir una vida de mediocridad o el éxito escandaloso.

Las cosas difíciles son las cosas más fáciles de evitar. Para excusarte. Para fingir que no aplican a ti.

La simple verdad acerca de cómo las personas comunes logran hazañas increíbles de éxito es que ellos hacen las cosas duras que personas más inteligentes, calificadas, más ricas, no tienen el valor —o la desesperación— de hacer.

Haz las cosas difíciles. Puede que te sorprenda lo increíble que eres en realidad.

domingo, 26 de enero de 2014

Educación en personas triunfadoras

Admiro enormemente a Nadal. Y no me refiero en este caso a Rafa, el tenista, sino a su tío, preparador y mentor, Toni. Y es que da la impresión de que gran parte de las cualidades que adornan a Rafa, con y sin la raqueta en la mano, son producto directo de la educación total que su tío le ha proporcionado y aún le sigue proporcionando. La educación…un sociedad civil bien educada es una sociedad fuerte, y aquélla en la que la mayor parte de sus integrantes carecen suficientemente de ella es débil, manipulable y fácilmente sometible.

Como padre de hijos de corta edad tengo permanentemente activado el rádar para encontrar pautas de  comportamiento que me ayuden en la tarea de crear, y ofrecer a mis hijos, modelos de comportamiento frente a los demás y a lo demás, maneras de ser buenos ciudadanos, o, lo que es lo mismo, personas educadas. En este sentido, suelo encontrar inspiración cuando Toni Nadal comenta públicamente los criterios que ha utilizado para formar humanamente a su sobrino: “En esta vida hay que aprender a conjugar el verbo aguantarse. Yo me aguanto, tú te aguantas y él se aguanta. Y eso es lo que no hace la gente hoy en día. Todo son pegas. Sin darle un concepto religioso, la gente es menos sacrificada. Eso es lo que he intentado transmitirle a Rafael. Le digo: ‘Aunque a ti te vayan las cosas muy bien, aunque tengas dinero y éxito, tendrás que aguantarte, porque habrá cosas que no podrás controlar. Morirá un familiar. Te dejará la novia. Y te tendrás que aguantar.” Sacrificio y aguante. Tengo la impresión de que estos dos conceptos no son de los primeros que van a venir a la cabeza a la hora de plantearse las líneas maestras en la formación de nuestros hijos, pueden llegar a sonar algo antiguos, pasados de moda y hasta negativos o contraproducentes. Creo sin embargo que son muy necesarios porque, entre otras muchas cosas, permiten hacer frente al lado salvaje y consumista de la sociedad actual, el que continuamente nos está susurrando: no te aguantes, no te esperes, no te limites, tienes derecho a todo,  porque tú lo vales.

Obviamente cuando hablo de aguantarse no me refiero a ser dócil frente a las injusticias, las deficiencias o los abusos del poder –eso es ser débil o desinteresado- sino respecto de la tendencia a quererlo todo aquí y ahora, tendencia probablemente natural del ser humano pero potenciada y dirigida por el sistema capitalista y consumista de mercado, el cual a través de la publicidad nos bombardea con eslóganes del tipo: “¿Lo quieres? Lo tienes”. La publicidad quiere consumidores insatisfechos, clientes que no se aguantan. Cuando hace unos años salió uno de los modelos de iPhone, antes de que la tienda de Telefónica abriera sus puertas esa mañana había una cola de cientos de personas que habían esperado toda la noche para ser los primeros en comprarlo. En una radio se entrevistaba a uno de los que allí estaban, y cuando el locutor le preguntaba la razón por la que se había hecho un viaje de cientos de kilómetros para adquirirlo, siendo así que en pocos días estaría en todas las tiendas, respondió: “es que es algo que no se puede explicar”. El locutor concluyó, malévolo: “efectivamente, yo tampoco me lo explico”. Si en vez de tener ese comportamiento alienado a la mayor gloria de la multinacional de turno, la mayor parte de la gente interesada en comprar hubiera esperado –se hubiera aguantado- probablemente en poco tiempo lo habrían podido comprar más barato, con lo que hubieran hecho un mejor negocio tanto económico como personal.

Tu haces muy bien una cosa, que es pasar una pelotita por encima de una red. Eso no es importante. Las cosas verdaderamente importantes son otras y las hacen personas que no eres tú. Creerse importante por jugar bien al tenis sería tan estúpido como creerse importante por jugar bien al escondite.  Otra idea inspiradora para la educación.  Nuestros hijos serán los reyes de la casa, pero no les podemos educar como si fueran los del universo. Hace unos días se publicaba la noticia de que una madre ha ingresado en prisión por agredir a una profesora a causa de que su hijo no se había terminado el bocadillo en el recreo. Quizá no de manera tan extrema, pero esta actitud de agresividad de los padres frente a los que tienen la tarea de coeducar a sus hijos (porque no se debe olvidar que los primeros educadores son los padres), no es tan infrecuente como debería y da a aquéllos un ejemplo nefasto.

El respeto a los demás, en especial a los educadores, es base fundamental para el aprendizaje de la convivencia en la sociedad. Muchos de nosotros hemos asistido en ocasiones al penoso espectáculo de padres presenciando un partido de fútbol de su hijo en edad infantil, comportándose como enérgúmenos histéricos, insultando al árbitro e incluso humillando a su propio hijo. El mensaje que ofrecen esos padres es exactamente el contrario al que hay que dar: no hay que respetar a nadie, hay que ganar como sea, al enemigo ni agua. La práctica del deporte en esas edades, en especial del deporte colectivo, es una actividad muy recomendable no solamente por los beneficios físicos que trae consigo sino porque en ella hay que someterse a una disciplina y una jerarquía –quien manda es el entrenador-  y tienes que convivir en una pequeña sociedad con personas que pueden ser muy diferentes a ti. “Para mí, la obediencia en un niño es signo de inteligencia, porque acepta que el entrenador está por encima de él y, teóricamente, sabe más. Un niño de 12 años que no es obediente es muy mal  síntoma. La disciplina está mal vista. Entiendo como algo básico la autoridad del profesor. Porque el profesor, de cualquier materia, lo que intenta es ayudarte, así que le tienes que mostrar cariño y respeto. Esto ayuda para la vida real, porque estás formado en el sentido de aguantar”, dice Toni Nadal. El padre gritón durante los partidos es profundamente negativo: con su ejemplo destruye el sentido de disciplina, jerarquía y humildad (si has perdido te aguantas), que el deporte podría ofrecer a su hijo. Está jugando para el equipo contrario.

España, dice Elvira Lindo, es ese país de listos que están de vuelta sin haber ido. No será para tanto, pero si queremos evitar ese riesgo, la piedra angular es saber educar a nuestros hijos en los valores correctos. En unartículo dedicado a Rafa Nadal y Roger Federer, mi hermano Javier remarcaba el hecho de que lo verdaderamente admirable de nuestro tenista no era la enormidad de sus éxitos, sino “…más bien la discreta y sobria «normalidad» que, en todas las circunstancias, emana su persona y que, por ser socialmente tan poco «normal», tanto contrasta con los estilos de vida hoy dominantes.”. La conclusión de su artículo es también la de este post: “si el ejemplo de Nadal se generalizara, la sociedad española sería más cívica y
más virtuosa; sería, en suma, mejor”.